Bea. Beatriz. Bea
Bea es una chica normal en su apariencia. Tan normal como cualquier otra chica que puedas ver un día normal, en una ciudad normal, haciendo cosas normales.
Tiene veintimuchos, pero, si la miras a la cara, mientras su sonrisa te muestra sus dientes, puede que una cierta inocencia te haga pensar que tiene menos edad que la que marca su DNI. No es una mujer llamativa, ni exuberante; tiene las curvas suficientes para hacerla atractiva ante los ojos de quienes buscan algo más que una cara. No obstante, la cara que acompaña a su cuerpo es bonita. Tiene los rasgos marcados, con el cabello largo y oscuro. Sus ojos grandes y almendrados están coronados por unas perfiladas cejas del mismo color que su melena. La nariz está en su justa medida, ni muy grande ni muy pequeña, recta y fina. Los labios son, sin duda, lo que más le gusta de ella, el de abajo un poco más grueso que el superior, de un color rosado; además esconden unos dientes blancos y ordenados como si se hubiera hecho con mucho mimo.
Su cara termina con un mentón cuadrado, bien marcado, el cual, en muchas otras personas puede quedar demasiado exagerado, pero que hacen de su cara algo que gusta mirar. Sobretodo si acompañamos todo esto con una tez dorada, entonces tenemos sin duda una de las caras que más gustan ver.
Su metro setenta de estatura hace que no sea bajita, y le da la suficiente altura para ver el mundo desde una buena perspectiva, la suya.
Bea vive sola. Y le gusta. Le gusta vivir en su pequeño mundo y reinar en él. Le gusta disponer de su independencia y no tener a nadie encima ordenándole que hacer en cada momento o donde poner cada cosa. Para eso ya tenia a su jefe.
Que esa es otra, su trabajo. Si le preguntaras a que se dedica, te respondería como con un suspiro que ES abogada y seguidamente te cuenta que trabaja en un bufete de abogados, pero, que es más bien la secretaria de todos, ya que rara vez le han dejado llevar algún caso y eso, si ha ocurrido es cuando nadie mas lo quería.
Bea se considera una mujer de su tiempo, sin grandes extravagancias, inteligente (aunque pueda sonar engreído). Una mujer que sabe lo que quiere en su vida y a la que le gusta disfrutar de sus placeres, como su música, sin la cual no concibe su vida. Disfruta también cuando conduce sin destino o cuando se tumba en la cama a pensar y siente que es lo único que puebla el universo, ella y su cama, el resto de seres no existen y lo único que le rodea, cómo si estuviera en órbita, es su pensamiento.
Pero hay algo que preocupa a Bea. Algo que ha menudo le hace pensar y sentirse sola en su pequeño universo del tamaño de su colchón. Porque aunque le guste y disfrute de su independencia en casa, le gustaría llegar y tener ese hombre perfecto que ella quiere. Ese hombre que aunque no exista se podría crear recortando los rasgos que ella imagina de cualquier revista.
Le gustaría tenerlo para compartir interminables charlas de cualquier cosa, risas, abrazos y demás momentos erótico-románticos.
Muchas veces creyó haber encontrado a 'su' hombre para después darse cuenta que no lo es al encontrarlo dormido bajo sus sábanas a la mañana siguiente.
Este era su problema, tenía una gran carencia de alguien que la escuchara y comprendiera, amara y mimara. Pero ella sólo llegaba a encariñarse rápidamente para luego ver que no era eso lo que iba buscando para establecer el equilibrio en su vida.
Tiene veintimuchos, pero, si la miras a la cara, mientras su sonrisa te muestra sus dientes, puede que una cierta inocencia te haga pensar que tiene menos edad que la que marca su DNI. No es una mujer llamativa, ni exuberante; tiene las curvas suficientes para hacerla atractiva ante los ojos de quienes buscan algo más que una cara. No obstante, la cara que acompaña a su cuerpo es bonita. Tiene los rasgos marcados, con el cabello largo y oscuro. Sus ojos grandes y almendrados están coronados por unas perfiladas cejas del mismo color que su melena. La nariz está en su justa medida, ni muy grande ni muy pequeña, recta y fina. Los labios son, sin duda, lo que más le gusta de ella, el de abajo un poco más grueso que el superior, de un color rosado; además esconden unos dientes blancos y ordenados como si se hubiera hecho con mucho mimo.
Su cara termina con un mentón cuadrado, bien marcado, el cual, en muchas otras personas puede quedar demasiado exagerado, pero que hacen de su cara algo que gusta mirar. Sobretodo si acompañamos todo esto con una tez dorada, entonces tenemos sin duda una de las caras que más gustan ver.
Su metro setenta de estatura hace que no sea bajita, y le da la suficiente altura para ver el mundo desde una buena perspectiva, la suya.
Bea vive sola. Y le gusta. Le gusta vivir en su pequeño mundo y reinar en él. Le gusta disponer de su independencia y no tener a nadie encima ordenándole que hacer en cada momento o donde poner cada cosa. Para eso ya tenia a su jefe.
Que esa es otra, su trabajo. Si le preguntaras a que se dedica, te respondería como con un suspiro que ES abogada y seguidamente te cuenta que trabaja en un bufete de abogados, pero, que es más bien la secretaria de todos, ya que rara vez le han dejado llevar algún caso y eso, si ha ocurrido es cuando nadie mas lo quería.
Bea se considera una mujer de su tiempo, sin grandes extravagancias, inteligente (aunque pueda sonar engreído). Una mujer que sabe lo que quiere en su vida y a la que le gusta disfrutar de sus placeres, como su música, sin la cual no concibe su vida. Disfruta también cuando conduce sin destino o cuando se tumba en la cama a pensar y siente que es lo único que puebla el universo, ella y su cama, el resto de seres no existen y lo único que le rodea, cómo si estuviera en órbita, es su pensamiento.
Pero hay algo que preocupa a Bea. Algo que ha menudo le hace pensar y sentirse sola en su pequeño universo del tamaño de su colchón. Porque aunque le guste y disfrute de su independencia en casa, le gustaría llegar y tener ese hombre perfecto que ella quiere. Ese hombre que aunque no exista se podría crear recortando los rasgos que ella imagina de cualquier revista.
Le gustaría tenerlo para compartir interminables charlas de cualquier cosa, risas, abrazos y demás momentos erótico-románticos.
Muchas veces creyó haber encontrado a 'su' hombre para después darse cuenta que no lo es al encontrarlo dormido bajo sus sábanas a la mañana siguiente.
Este era su problema, tenía una gran carencia de alguien que la escuchara y comprendiera, amara y mimara. Pero ella sólo llegaba a encariñarse rápidamente para luego ver que no era eso lo que iba buscando para establecer el equilibrio en su vida.
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